La transformación de Andrés Manuel López Beltrán
- Pablo Nagano
- hace 3 días
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En apariencia y no obstante el legado que representa, no le significa nada a la Presidenta, pues no ha sido factor de unidad dentro del movimiento que sostiene a ambos, no ganó con holgura –como se esperaría— en recientes comicios y no ha tenido una presencia pública destacada que inspire nuevos derroteros al movimiento, en este caso, la firme construcción del segundo piso de la Cuarta Transformación.
Después del desastroso verano que tuvo por ser captado en un suntuoso viaje a Japón, su figura parece más estar asociada a todo lo que la 4T combate: dispendio, amiguismo, influyentismo, tráfico de influencias y grandes negocios al amparo del poder.
Pero el hijo de AMLO no tiene todo perdido, menos cuando ha comenzado a darse cuenta de que ser ordenado, disciplinado, discreto y productivo deja más.
Sabemos que desde su posición como Secretario de Organización de Morena ha comenzado a participar en el diseño del programa electoral del partido, dado que el cálculo político implica que ha de entregar buenos resultados en la aduana 2027, lo que le pondrá de nuevo en el candelero pero de la manera que siempre había querido: con nombre propio, a la altura del papel histórico del padre.
Será clave la forma en que se determinen las candidaturas a 17 gubernaturas estatales y decenas de presidencias municipales, así como la renovación de diputaciones federales y locales, sin dejar de tomar en cuenta la elección de magistrados y jueces para completar la nueva alineación del Poder Judicial en México.
De suyo, se despertarán tensiones, habrá desbandadas y grupos resentidos con lo que suceda en la elección intermedia constitucional de 2027, y es ahí donde podrá lucir, o no, un liderazgo que dé rumbo a las y los candidatos.
Ante las versiones de que la Presidenta estaría poniendo tierra de por medio con quienes, como López Beltrán, han lastimado al movimiento y puesto en riesgo su viabilidad, la fórmula trabajo-resultados (que es lo que sí ve la mandataria) es la opción.
Esta es una manera indiscutible también de hacer política.
Confiarse de lleno al capital político del apellido y la veneración por extensión, es un error que se hace mayúsculo teniendo enfrente una oposición que, ante la falta de méritos propios y programa comparable, se afana en buscar cualquier yerro en los de enfrente.
Además, desde la ética pública, con base en lo que el fundador de Morena ha profesado, uno esperaría que una conducta proba y responsable del heredero sería un hecho dado. Ya los talentos harán su parte, o no.



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