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2. El movimiento estudiantil del 68 mexicano.

  • Foto del escritor: Pablo Nagano
    Pablo Nagano
  • 7 oct
  • 2 Min. de lectura

 La trama de la ruptura y la represión.


En la historia de los movimientos sociales en México el año 1968 representa una ruptura en la vida pública y el imaginario político nacional. 


El movimiento estudiantil del 68 evidenció la profunda crisis de legitimidad del régimen priista que había basado su poder en una fachada de estabilidad y unidad nacional, pendular entre el paternalismo y su faceta represiva, negado a perder su monopolio de la verdad y el poder.


La influencia de las luchas por los derechos civiles en Estados Unidos, la Revolución Cubana, la efervescencia del Mayo Francés y la Primavera de Praga, provocaron en México, que una nueva generación de jóvenes, mayoritaria de clase media y formada en las universidades públicas, comenzaran a desafiar al orden establecido. 


La creación del Consejo Nacional de Huelga (CNH) aglutina a representantes de más de 70 escuelas y universidades, y condujo a una renovación radical de liderazgos y al escalamiento de una generación hacia posiciones de poder. 


A su vez, a través de brigadas, volantes, mítines relámpago y la pintura en paredes, los estudiantes sortearon el cerco de los medios de comunicación masiva, que en su mayoría eran cómplices o estaban controlados por el gobierno, denunciando el monopolio de la información gubernamental crónico que el movimiento logró quebrar con ingenio y participación social masiva. 


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El parto de una nueva praxis y conciencia social.


Nacieron nuevos movimientos urbanos, defensores de derechos humanos, organizaciones no gubernamentales y posteriores, un periodismo más crítico.


La generación del 68 y las siguientes no verían al Estado con la misma reverencia, sino con desconfianza y crítica.


La demanda de "2 de octubre no se olvida" se convirtió en un imperativo ético cívico universitario. 


La batalla por la memoria contra el olvido impuesto por el Estado fue una escuela de resistencia civil que alimentó a movimientos como el de 1968, el halconazo de 1971, la guerrilla urbana de los años 70 y a la postre, ahora acompaña la exigencia de familias y normalistas de Ayotzinapa/Iguala: el regreso con vida de los 43.


La herencia del 68 es un recordatorio de los riesgos para la nación de una clase política autocomplaciente, obcecada por el poder y que apueste por una democracia simulada. 

 
 
 

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