top of page

Bernardo Bravo. Vivir bajo acecho, morir con causa

  • Foto del escritor: Pablo Nagano
    Pablo Nagano
  • 29 oct
  • 2 Min. de lectura

Era 2013; era Apatzingán, Michoacán; era un líder citrícola de la región; era Bernardo Bravo Valencia. Fue asesinado por denunciar la extorsión a la que han estado sometidos los agricultores de esa próspera zona agrícola.

Es 2025. La historia se repite, con Bernardo Bravo Manríquez, el hijo, líder de citricultores del Valle de Apatzingán, como víctima fatal. Fue asesinado por mafias apoderadas del proceso productivo del limón, al grado tal de fijar precios que inciden en el mercado final.

De poco en poco, pretendieron llegar a los 4 pesos por kilo cortado y vendido, situación insostenible para los productores, ya no decir la ilegalidad desde la que parte todo.

En un año, cinco muertes de agricultores o líderes de la región asociados al cultivo del limón en Apatzingán. Y las historias relevantes, con finales cruentos, de otros líderes sociales y de productores, como Hipólito Mora, asesinado en La Ruana, Michoacán, en 2023, no han bastado. 

Ya en 2022 y 2024, Estados Unidos había suspendido temporalmente envíos de aguacate proveniente de Michoacán, por asuntos de criminalidad que afectaban el trabajo de sus inspectores habilitados en nuestro país.

¿Un estado fallido, capturado, ingobernable? La riqueza productiva de un lugar eleva el apetito del crimen organizado, que tiene ante sí policías locales que carecen de capacidad para hacerle frente o, peor aún, que están en sus nóminas, y fuerzas federales que entran y salen, pero con ineficaz trabajo de inteligencia y planeación.

Con el joven agricultor (40 años) se va la posibilidad de impulsar un nuevo rostro de nuestro campo mexicano. De acuerdo con el Censo Agropecuario 2022 del INEGI, el 43.5% de los productores tienen entre 46 y 64 años, y el 29.3% son mayores de 65 años.

Un heredero, en un negocio que puede ser rentable como la citricultura –con alto en México—, asesinado por criminales ambiciosos que no pudieron ser detenidos con anterioridad por ninguna fuerza para evitar este artero hecho.

A la par, la comunidad se ve sacudida. La economía regional en torno a los cítricos se descompone, con agricultores, empacadores, transportistas, cortadores y prestadores de servicio expuestos.  Ningún plan de pacificación será posible sin ellos, los que ahora viven con más temor que antes.

La imagen del féretro de Bernardo en la ceremonia luctuosa, con la familia al pie, entre ellos su pequeño hijo, se diluye en una similar que existió en 2013, con otro Bernardo abatido.

Y no bien, la opinión pública digería esta noticia, cuando se suscitó otro hecho igual de lamentable: el asesinato de un comercializador de cítricos en Álamo, Veracruz. Javier Vargas Arias (43 años) participaba en el proceso de compraventa de naranja y mandarina local cuando fue asesinado, en medio de la desgracia que vive el lugar por las lluvias torrenciales que golpearon campos y comunidades, afectando la cosecha hasta en un 40 por ciento.

Historias del crimen organizado, con cárteles que se llevan el protagonismo.

La otra consecuencia: las extorsiones en el sector primario elevan hasta  en un 20 por  ciento el costo de los  alimentos en México, de acuerdo con el Consejo Nacional Agropecuario (CNA). Doble sangría: a la que someten a los productores y la que se traslada al consumidor final.


ree

Comentarios


bottom of page