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La nueva Ley de Aduanas. La importancia de la encomienda presidencial de mantener logros recaudatorios.

  • Foto del escritor: Pablo Nagano
    Pablo Nagano
  • 29 oct
  • 2 Min. de lectura

En medio del debate sobre la nueva Ley de Aduanas -que promete agilizar el comercio y combatir la corrupción a partir de 2026-, muchos se preguntan: ¿realmente transformará la forma en que importamos y exportamos?

Los datos históricos muestran que reformas anteriores, aunque bien intencionadas, a menudo han tropezado con la realidad operativa de las aduanas mexicanas.

Un análisis basado en datos de 50 aduanas mexicanas y más de 3,000 observaciones mensuales ofrece pistas valiosas.

Los hallazgos de investigación nos dicen:

●     Los retrasos sí reducen el valor de las importaciones, aunque el impacto no es tan dramático como a veces se pinta.

●     Pequeñas mejoras en la eficiencia aduanera pueden traducirse en aumentos significativos en el comercio.

●     La clave no está solo en la ley, sino en cómo se implemente: digitalización, capacitación y operatividad marcarán la diferencia.


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¿Podemos confiar en estos resultados?

Las estimaciones pueden variar en la realidad; por ejemplo, durante periodos de alta demanda navideña o crisis logísticas globales, los patrones se distorsionan temporalmente. Sin embargo, la conclusión central se mantiene incluso considerando estas variaciones:

●     Los retrasos perjudican el comercio de manera consistente a través de diferentes regiones y tipos de productos.

●     Mejorar los tiempos ayuda, pero no basta con anunciarlo: se necesitan recursos específicos y seguimiento continuo.

Ni optimismo ciego, ni pesimismo infundado.

La nueva ley es una oportunidad, no una garantía. Si se acompaña de inversión en infraestructura, sistemas ágiles y menos trámites, puede impulsar el comercio sin debilitar la recaudación -de hecho, los datos sugieren que aduanas más eficientes tienden a recaudar más, no menos.

Los números nos dan una dirección, pero la velocidad del cambio dependerá de decisiones prácticas y capacidad ejecutiva.

Al final, como con cualquier política pública, el diablo está en los detalles… y en la ejecución

Nota: Los resultados presentados reflejan tendencias generales, no predicciones exactas. Como en cualquier estudio empírico, conviene tomarlos como guías, no como verdades absolutas.

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